Hay frases que se clavan suavemente, como una semilla que germina con el tiempo. En La teoría del todo, Stephen Hawking lanza una de esas verdades simples y profundas: “Mientras hay vida, hay esperanza.” No es una frase de adorno. Es una brújula. Una declaración que resume su vida, su pensamiento y su forma de habitar el mundo, incluso cuando su cuerpo comenzó a fallarle.
El libro recorre los grandes temas del universo —el origen del tiempo, los agujeros negros, la posible unificación de las leyes físicas—, pero siempre desde un lugar accesible, cálido, humano. Hawking no escribe solo como científico, sino como alguien que aprendió a ver en el cosmos un espejo de nuestra propia condición: limitada, frágil y, aun así, llena de preguntas que arden.
Lo conmovedor es que esta esperanza de la que habla no es ingenua. Viene de alguien que conoció el dolor, la lentitud, la pérdida progresiva de sus movimientos. Y sin embargo, siguió adelante. Estudió, escribió, imaginó. Su mente atravesó galaxias, aunque su cuerpo apenas se moviera. En esa paradoja se esconde algo profundamente humano: la certeza de que pensar también es una forma de vivir.
Así que cuando Hawking dice que mientras haya vida hay esperanza, no está hablando solo de la suya, sino también de la nuestra. De la de todos. Del poder que aún tenemos, incluso en medio de la incertidumbre, de buscar sentido, de mirar las estrellas y seguir haciéndonos preguntas. Porque mientras estemos aquí, respirando, mirando, sintiendo…todavía queda todo por descubrir.
Quizás por eso La teoría del todo no se siente como un libro técnico, sino como una conversación honesta entre un hombre y el universo. Leerlo es entrar en contacto con la inmensidad del cosmos, sí, pero también con la inmensidad del espíritu humano. Nos deja una certeza silenciosa: no importa cuán oscuro parezca el cielo, mientras haya una chispa de conciencia, habrá también una luz que guíe el camino.
Y en esa luz que nunca se apaga, encontramos también la inspiración para enfrentar nuestros propios límites y desafíos. Porque, al igual que Hawking, cada uno de nosotros tiene un universo interior lleno de preguntas, de sueños y de fuerzas ocultas. La teoría del todo nos invita a descubrir que, a pesar de la incertidumbre y la fragilidad, siempre podemos elegir seguir buscando, seguir creyendo y, sobre todo, seguir viviendo con esperanza.