¿No te pasa que tienes pensamientos intrusivos, un poco locos?
Lo trágico es cuando eso cruza el límite y se convierte en acción.
Como en muchas historias.
Por eso, he traído Crimen y Castigo. Porque hay libros que no solo se leen; te miran de vuelta.
Al observar y detallar un poco la imagen, me pregunto, ¿Qué emociones te trasmite?
Déjame adivinar...
¿Un poco de incomodidad, odio, pena, lástima, compasión, desprecio, bestialidad? O en cierto grado... ¿atracción?
Dirás, ¿¡ATRACCIÓN!? ¿cómo se puede sentir atracción hacia un homicidio?
Pues verás..
No es gracias a la escena, ni hacia el dolor. Sino a esa temible oscuridad que todos llevamos dentro. La que solemos silenciar con costumbres, religiones o incluso reglas morales y éticas. Pero Dostoyevski, atraviesa ese limite, aventurándose más allá de la conciencia.
¿Hasta dónde somos capaces de llegar con una idea? ¿Hasta qué punto podemos justificar el pensamiento cuando se convierte en acción?
Lo que en realidad vemos en la imagen es un hombre: Raskólnikov. Un hombre que no solo levanta el hacha, sino que está poniendo a prueba una teoría. Y eso sí que es aterrador.
No es un monstruo, es un hombre inteligente, con juicio. Que cree -realmente cree- que puede matar para beneficiar a la humanidad.
¿O está loco?
Investigando un poco sobre el tema, (si lo consideramos así) podemos clasificarlo, según la ciencia, dentro de los trastornos mentales o psiquiátricos. Aunque también puede entenderse en la psicología como una forma de rebelión: una respuesta extrema al sufrimiento, o incluso a un trauma.
Por eso es esencial preguntarse, como Él mismo se pregunta:
"¿Es la enfermedad la que da origen al crimen, o es el crimen, debido a alguna particularidad de su naturaleza, el que siempre va acompañado de alguna enfermedad?"
Si nos detenemos otra vez en la primera imagen, notamos algo inquietante:
el hacha no solo apunta a la víctima… también apunta al agresor.
Y es inevitable recordar esas escenas posteriores, donde Raskólnikov aparece frágil, descuidado, con fiebre, vómitos, náuseas.
¿Acaso el crimen lo ha afectado tanto que su propio cuerpo comienza a hablar?
Porque, a diferencia de lo que muchos creen, la culpa no siempre se manifiesta con llanto o remordimiento directo.
A veces se filtra silenciosamente: en la mirada perdida, en la falta de apetito, en el cuerpo que se descompone como si ya no pudiera sostener el peso de lo hecho.
Claro, pueden haber generalidades.
Pero en el caso de Raskólnikov —un hombre intelectual, sin enfermedad aparente— lo suyo roza la obsesión. Una necesidad de poner a prueba una teoría...(De eso hablaremos en otra publicación).
Y tanto fue su castigo, que más allá de lo legal o lo social, su propia conciencia se vuelve su enemigo.
Dostoyevski no necesita decirlo con palabras.
Lo muestra. Nos deja ver a un hombre que se desmorona. No por miedo a ser atrapado...Sino porque ya fue atrapado por sí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario